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La imagen es grotesca, sí: una terraza del conurbano, mesas largas, lamparitas de colores, personas que hablan de cosas que, a juzgar por sus caras no aparentan importantes; y este hombre que parece un cocainómano exaltado, distinto del mundo, ajeno, parado en una silla toda la noche, bailando y cantando con un micrófono, intentando llevar su alegría -como puede, como le sale- al gentío pasivo que oficia de espectador por pena o aburrimiento.
La imagen es grotesca, sí: nadie lo mira fijo porque se pueden contagiar y eso es peligroso. Pero nadie lo para porque, de algún modo indescifrable todos sabemos que mi papá, desde una sillita de plástico y con un micrófono que bien podría ser de madera, acaba de ganarle la guerra a la muerte. Y nos va a salvar a todos.
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2 comentarios:
Algún día te voy a contar por qué leo esto y me dan ganas de llorar. Es hermoso.
espero ese día. =)
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