miércoles, 30 de septiembre de 2009

amistad, divino tesoro

si hacés uso de la conexión de dos neuronas, sabés que hay frases que, en determinados lugares, NO PODÉS decir.

si entraste a una lencería, pedís medias de red y portaligas, no podés agregar "es para una amiga". y si lo hacés, vas a tener que bancarte que la vendedora (porque en una lencería debe haber vendedoras, che, no jodamos más con poner a un viejo a vender bombachas) te mire con sonrisita picarona y acote alguna estupidez que nos ahogue en una complicidad que no queremos compartir.

el tema está cuando verdaderamente vas a comprarle eso a tu amiga porque ella no se anima. De todos modos tenés que asumir que es para vos (a menos que peses 50kg y tu amiga 85kg.; en ese caso sólo creerán que sos torta). y bancarte tooodas las explicaciones que la señora vendedora te dará para que no pases chascos a la hora de los bifes.

hasta ahí, todo muy bien. el tema se complica cuando la lencería está a metros de tu tienda, en la misma galería comercial y la vendedora... no diremos que te conoce, porque no es cierto, pero te vió llorar porque te separaste de tu novio (y seguro que sabe por qué lloras, esas viejas saben todo), y vos al día siguiente le estás comprando lencería hot.

Si lo que opinen los demás te importa poco como a mí, no hay historia. Pero si al otro día la vendedora de la lencería pasa por tu negocio, te guiña el ojo, te pregunta cómo te fue y vos no te descocás, por favor, pasame la receta.

Gracias.

lunes, 28 de septiembre de 2009

numerología de segunda

en menos de una semana cumplo 26 años.
no se te ocurra decir "pero si sos una pendeja" "ojalá yo cumpliera 26" "es la flor de la edad" ni niguna ridiculez semejante, ¿estamos?.
digo, ¿por qué suponer que tus 26 son los mismos que los míos? ¿qué te hace pensar que un numerito nomás pueda sumirnos en la identificación?¿eh?

viernes, 25 de septiembre de 2009

¿Muy a mi pesar?...

... estoy haciendo esto. Alguna vez le dije a un amigo, mi amigo más puáner, que esta idea de un diario íntimo público me generaba ruido. ¿Y ahora? ¡Heme aquí!. La necesidad de algún detalle que nos aleje un poco de sabernos tan solos permite que se doble una reacia más.

Hice cosas más patéticas, de eso estoy segura. Como eliminarme de facebook y, por aburrimiento, volver a ingresar (fue tan simple, facebook decía que me extrañaría y que me guardaba tooooda mi información por si alguna vez quería volver a pertenecer. Adorable el programita). O usar mi preadolescencia para ir a ver a los backstreet boys, o perseguir -literalmente, sí- a Alejandro Sánz. Ay.

Lo cierto es que podemos agradecer mi intención de bloggera a una anciana simpatiquísima que conocí hoy en un pago fácil.

Situación: entro al correo, llena de bolsas del super y de la verdulería (soy medio mensa cuando voy a la verdulería: me cebo, compro de todo, y no me doy cuenta que después tengo que acarrear KILOS por un trayecto de siete cuadras. Sumale que comprar una verdura x, me da la idea de una rica comidita, pero claro, son necesarios más ingredientes. Voy al super, y así llevo 700 kilos encima... en fin). A lo que iba: venía cargada hasta la manija, entro al correo, no había NADIE. Genial, esto será inmediato. Me acerco a la caja, y el muchachín me toma las facturas. ¿Te olvidaste de algún detalle, Noelia? ¡Pues, claro! no saqué número. Ahora, díganme, desde el interior de sus cabecitas más lógicas, sacar número cuando no hay un alma, ¿no es un tanto pelotudo?. Así me parecía, al menos hasta que esta anciana simpatiquísima que les mencioné anteriormente entra en escena. Yo ya estaba siendo atendida, y se me acerca por detrás dicha mujer, diciendo: disculpame, el 67 lo tengo yo. El muchachín de la caja, el muy idiota, me mira como quien no se hace cargo y pregunta con esos ojitos de infelicidad qué medidas tomaremos. Detalle IMPORTANTÍSIMO: había dos cajas más, con sus respectivas cajeras sumidas en el alpedismo, pero la vieja vió que el muchachín llamó al 67, y el 67 lo tenía ella.
No quiero excusarme, pero por lo general suelo ser sumamente respetuosa, especialmente con los ancianos. De hecho, quizás otro día, la misma situación, no me hubiera impulsado a pertenecer al mundo blogger. Pero hoy esta señora tan linda logró violentarme.

"Señora, yo estaba primera" Dije eso, pero quise decir tantísimo más. "Señora, yo estaba primera, me levanto temprano POR OBLIGACIÓN, no porque me acuesto a las ocho y a las cinco estoy arriba para hincharle las pelotas al mundo, porque TRABAJO, algo que usted seguramente nunca haya hecho o, si lo hizo, ya lo olvidó. Y no me venga conque es ama de casa, porque YO TAMBIÉN. Me salen bolsas de supermercado y verdulería por los ojos, llego a casa y me pongo a cocinar y a limpiar, quisiera, como usted lo hace, dormir una siesta, pero cuando miro el reloj ya son las cuatro, oootra vez a trabajar, después del trabajo el ensayo y así hasta que son las dos de la mañana -mínimo- que me reencuentro con la almohada, para volver a levantarme temprano y así, así, así, etcéteramente, incluídos los sábados. Y HAY DOS CAJAS LIBRES, CARAJO!!!!".

El muchachín tomó el control remoto y retrocedió un número. La chica de la caja de al lado lo volvió a llamar al 67 y la señora acudió feliz, no sin antes mirarme de reojo y decir: "Lo cortés no quita lo cabral"

GÜATS???

Me fui re caliente del pago fácil, pensando que los viejos hacen abuso de su condición de ancianos. No que nunca antes lo haya pensado, claro. Supongo que todos alguna vez nos hemos hecho los boludos en el colectivo para no cederle el asiento a un/a viejo/a (especialmente viejas, especialmente las mujeres, hay que reconocerlo). Se te paran adelante con cara de perrito mojado, y vos que venís de laburar, cargado de cosas, muerto de sueño, tenés que pararte para darle el asiento a esa vieja chota que viene de hacer NADA, literalmente, y, para peor, si atrás de ella sube alguien que verdaderamente necesita el asiento (llámese lisiado, embarazada, o un viejo/a que no se puede mantener en pie) esa vieja que te sacó de la pequeña victoria de haber conseguido un asiento en hora pico, NO SE LEVANTA NI EN PEDO, LA MUY HIJA DE PUTA.

Uff, reconocer las propias miserias tiene su encanto, ¿no?